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Mensaje por Invitado Lun Feb 23, 2015 10:56 pm

Uno se pregunta: ¿Qué hay de especial en Roma para que todo el mundo quiera ir a visitarla? Es decir, Roma solo tiene un montonazo de monumentos arcanos que en realidad no son muy distintos a lo que vez en las fotografías de internet, está lleno de iglesias importantes y el santo Vaticano (¿quién quiere ir a ver un viejo argentino a orar en italiano?, porque ni puedes hablar con él), además la comida en Italia es igual en todos lados: pizza, pasta, pizza, pasta, pizza… Oh mira un Mc Donald’s, y más pizza y más pasta. La verdad mi única razón para ir a Roma, fue una investigación. Me había enterado de que un miembro de la familia Vongola había pasado por ahí hacia una semana, fue a visitar a un verdulero de la zona, famoso por sus tomates. Además de ser la única pista que tenía, me parecía sospechoso, o los Vongola estaban faltos de tomates para su salsa pomodoro, o algo se traían entre manos.

Un clima frio recorria el aire de roma, por lo que un abrigo me cubría sobre una camiseta y mis pantalones cortos tuvieron que ser reemplazados por jaens vaqueros. Llegue a la dichosa verdulería, pero estaba cerrada, algo curioso un lunes a las 12 del mediodía en la ciudad de Roma, a parte de un olor a podrido que se filtraba por la puerta. Cruce la calle y entré a un pequeño café, estaba solitario, no veía a nadie más a excepción del chico de la caja registradora y a un hombre leyendo el periódico en la esquina del establecimiento. Me senté en una mesa y después de un par de minutos, un mesero se acercó a atenderme.

Buongiorno, ehmm… Un espresso, per favore– le dije al chico en un italiano muy tosco mientras observaba al hombre del otro lado de la habitación. No parecía muy sospechoso, de hecho parecía bastante amigable, pero fue detallarlo bien para distinguir en su rostro esos rangos asiáticos que necesitaba. Me pare de la mesa y fui directo a la esquina donde estaba el hombre, este al ver cómo me acercaba se enderezo en su silla y se carraspeo un poco la garganta. Su saludo fue igual de tosco que el mío, un “buenos días” con el mismo acento que tenemos los japoneses al hablar otro idioma: pésimo. –Buenos días– respondí en mi idioma y el hombre se asombró, pues yo no he sido nunca de rasgos asiáticos –Si, señor, también soy japonés– le dije y establecí una conversación con este compañero inmigrante.

El hombre me dio un par de datos interesantes, tras presentarnos me contó que llevaba dos meses viviendo en el sitio y que nunca había visto a otro japonés, luego al preguntarle por su vivienda me dijo que vivía en la zona y que siempre venía a tomarse un café en ese sitio, y por ultimo al preguntarle sobre la verdulería me respondió que no conocía bien al dueño, pero que la verdulería llevaba cerrada una semana. Me despedí del hombre y fui a pagar mi espresso en la caja registradora, aprovechando para preguntarle al dependiente sobre el verdulero, a lo que me respondieron que había llegado ahí hace unos años y que nunca hablaba con nadie más de lo necesario, también me dijeron que vivía en un edificio color menta tres calles abajo. Cuando me dispuse a salir sonó la campanilla de la cafetería y una melena dorada se agito en la puerta. Una hermosa chica acaba de entrar y había dejado babeando al chico de la caja, al japonés inmigrante, y durante un segundo, a mí.
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En la diestra de Dios padre (Aldrina) Empty Re: En la diestra de Dios padre (Aldrina)

Mensaje por Invitado Mar Feb 24, 2015 5:23 pm

Un poco tal vez lejos de casa podríamos decir que era por donde andaba la joven de ojos zafiro, no era que estuviera perdida, no, era más bien un trabajo de investigación, hacía ya algún tiempo que decían de algo de un verdulería un tanto peculiar, la chica no entendía en realidad que tan “peculiar” podría llegar a ser una verdulería, digo, para ella y creo que para la mayoría de las personas lo más lógico es pensar que en un lugar así solo se venden verduras. Pero, porque en estos casos siempre logra resaltar un pero, hubo un rumor en un momento, rumor que tal cual viento vino y se fue sin previo aviso, retrocediendo un poco en el tiempo, aquel rumor decía que ciertas cosas, o mejor dicho personas “extrañas” iban cada determinado tiempo por la noche a aquella verdulería, nunca se supo a que iban al igual que nunca se supo quién había empezado dicho rumor.

Tomando todo lo anterior en cuenta, si a eso le podíamos aunar el que ahora hacía no mucho se hubiera identificado la aparición de un Vongola por ahí era aún más raro, lo que no quedaba en claro era que Vongola era, digo, no se sabía sí era de la vieja o nueva Vongola, aquello inquietaba un poco, al menos lo suficiente como para por voluntad propia ir a la joven a revisar aquello, si había algún posible nuevo tipo de movimiento de parte de la nueva Vongola tendría que estar al tanto e informarle a Dino que a él no se le podría ir ni el más mínimo detalle de esto.

Con todo aquello sería suficiente para que la rubia fuera, al estar en la bella Roma nunca podía dejar de mirar su arquitectura, era de las cosas que más le fascinaba del lugar, pero en ese momento no estaba para darse una vuelta por el lugar, iba a investigar, pero había un cierto frío, odiaba un tanto eso pero mostraba indiferencia y se sentía lo suficientemente abrigada con su suéter tejido blanco con un pequeño chaleco de tela negro algo largo y abierto, una falda negra un tanto corta y las medias para cubrirle la frialdad en las piernas sin mencionar que usaría unas botas beige.

Caminaría y buscaría en la verdulería la cual estaba cerrada y un cubo de basura estaba fuera de esta y unas moscas rondándole, el olor era de estar todo aquello podrido, sin mencionar que igual venía olor a podrido de por dentro. -¿Podría ser que también ya se pudrieron las cosas de adentro?- Pensaría la joven en voz alta para sí misma,  apartándose del lugar y cruzando frente para ir a la cafetería, el frío igual le podía un poco.

-Un cappuccino per favore.- entraría al lugar la chica desprendiendo una cierta elegancia y sencillez al mismo tiempo sin contar la cierta dulzura incluso en su tono de hablar. -Ehm…scuci…mi ascolta?- Preguntaría inclusiva la chica un tanto preocupada por si el chico de la caja le escuchaba y eso le sacaría de una especie de trance para atenderle a lo cual solamente reiría suavemente ante el hecho, miraría al chico de cabellos rosados y a otro hombre un tanto más lejos y voltearía a ver al peli rosa. -Scuci…si sa qualcosa Greengrocery di engrente?- Se atrevería a preguntarle con una suave sonrisa al chico por la verdulería de enfrente mientras esperaba su respuesta y su capuchino.
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