Hunting a Future (New Vongola)

Era el segundo día del holandés errante en el país del sol naciente. Durmiendo de forma más o menos sosegada en el mal antro que pasó a ser su pequeño cuartel de operaciones personales. Cuatro paredes que más que un apartamento de alquiler parecían formar una lata de conservas. Sin cama, sin baño propio y una gotera aún por descubrir; la definición de precariedad. No obstante, era un sitio para él, pues no le parecía bien cargar gastos innecesarios a la familia… Además, el wc. era compartido al fondo del pasillo; y los baños públicos estaban en la misma manzana… Así que realmente no estaba tan mal. Lo único a lo que no parecía acostumbrarse era a tener que dormir en el suelo, sobre un edredón.

A las 7:30 a.m. aquel pequeño habitáculo amaneció con sobresaltos: una llamada, LA llamada. El teléfono que se le entregó estaba sonando, y por cómo sonaba, casi parecía la alarma del fin del mundo. – ¿Diga? – Se hizo el silencio durante unos segundos, los cuales llegaban a parecer una eternidad. El joven de pelo grisáceo, pese a mantener su expresión de siempre, se sentía incómodo; sudando por nerviosismo e incluso necesitando tragar saliva a la espera de una respuesta. – ¿Maelstrom? – Era una voz femenina, sonaba amable y tranquila; permitiéndole relajarse y responder de nuevo con normalidad. – El mismo. ¿Quién prregunta? – El silencio volvía otra vez, un silencio incómodo como él solo. Si era LA llamada, ¿podrían cortarla sin más? Las dudas comenzaban a asaltar al Vogola, que pese a nunca considerar su propia voluntad, no podía dejar de pensar qué irían a decir los de arriba. – Tus superiores. Por favor, vaya hoy a las 15:00 a la siguiente dirección… Tome nota

Ahorrándonos tecnicismos, manteniendo información en el lado oscuro de esta y saltándonos el viaje; recoloquemos nuestra narración hasta un sobrio salón dentro del cuartel de New Vongola. Sentado ante una larga mesa dentro de la habitación, delicadamente ornamentada con relieves florales en los laterales y contornos; con colores burdeos repartidos en las telas, a juego con la madera oscura de los muebles. Las lámparas colgaban desde el techo, con múltiples cristales adornándola, iluminando la sala con una amarillenta luz tenue. La única persona que quedaba en la habitación, aparte de él era una mujer, de aspecto recatado. Con el pelo recogido y gafas, la blusa blanca perfectamente cerrada con una elegante chaqueta celeste por encima; medias uniformes y oscuras que terminaban en unos tacones modestos. Un silencio incómodo se mantenía en una atmósfera fría como un témpano. Había algo que no le resultaba cómodo en dicha situación, ¿estaría probando su propia medicina? No obstante, el silencio terminó rompiéndolo la mujer, después de mirar el reloj. – En breves se le presentará a quien necesita conocer aquí. Tenga un poco más de paciencia. – Y ya, ni una palabra más, todo correctamente vocalizado y sin cambiar un ápice de expresión ni tono. Casi parecía una autómata, un robot perfectamente camuflado. Lo único que podía hacer el recién llegado era suspirar, porque de todas formas, no tiene la capacidad

PD - IMPORTANTE. Orden:

PD - IMPORTANTE. Sitio:

PD - Por si alguien quiere:

De saltito en saltito, así "caminaba" la informante cada vez que se decidía a salir de su habitación con una gran sonrisa sobre sus labios rosas y recorrer los pasillos de la mansión Varia tarareando canciones infantiles. Los que no la conocían podrían deducir que tenía una radiante energía a pesar de levantarse a las seis de la mañana en pleno día domingo y que, incluso, era un tanto sádica: sonreía incluso cuando le enviaban a misiones de alto peligro. Nada anormal en el Varia a decir verdad, ella misma pensaba que encontrar a alguien normal dentro de ese grupo podía ser considerado una hazaña digna de un premio novel, una medalla y un ramo de flores

Normalidad, normalidad, normalidad. Pensaba mientras daba saltitos rumbo a su próxima misión, más bien, diversión. Una reunión a la que no había sido invitada por mera cortesía y lo sabía, el ser informante en los tiempos actuales era algo que se estaba volviendo más peligroso que de costumbre (y eso que ella amaba de sobremanera el peligro), pero le molestaba, odiaba ser observada como otra pieza más del tablero. ¿Y esa era una razón para presentarse a joder la existencia de la New Vongola?, pues claro, ¿necesita más?.

Llegaría, abriría la puerta de una patada y diría con una alta sonrisa: ¡Se acabaron las vacaciones, idiotas!

Luego se pondría a reír, esperando que algún idiota o le mirara feo, o, tratara de golpearla. Y que el circo continuara, habían descansado mucho tiempo de ella y era hora de ponerse como dios de esas jugadas nuevamente; se estaban llevando toda la diversión sin ella y eso no era justo ni bonito.

Dos pasos, tocó la puerta de manera frente a ella, amplió su sonrisa y ni siquiera esperó a que le abrieran, se hizo entrar así misma como cual dios supremo. Brazos extendidos a los lados de su cuerpo y la barbilla en alto, su chaqueta corta negra con la insignia del Varia se abrió con la acción, dejando al descubierto tanto su camisa abierta y su polera blanca.

— ¡Benditos sean todos hermanos míos!, ¡benditos!

Exclamó con alegría, cerró la puerta con su pie y bajó la vista. Se la cubrió con una de sus manos y río de manera extraña, como si se estuviera burlando de los dos presentes.

— Anda... pero que reunión más fría, ¿Ni sacrificio de vírgenes tenemos? —volvió a burlarse, mirando con esa misma sonrisa extraña al joven de cabellos un tanto azules—. Buenos días... Azu-chan

Así, sin más, y para algo de sorpresa de ambos en la sala, las puertas se abrieron antes de que la secretaria pudiera alcanzarla. De par en par, súbitamente; y con tanta fuerza que ambas planchas de madera chocaron con sus respectivas paredes. En cuanto a lo que entró… una joven cuanto menos… particular. Saludando como si aquella entrada fuera la más común y corriente de todas, como si fuera rutinario; y con ciertas expresiones que el recién llegado aún atribuía a diferencias en el dialecto. Ciertamente le desconcertaba. – Hola… – Dijo sin demasiado convencimiento.

No obstante, aunque el joven de pelo claro estuviera algo anonadado; la otra mujer no dudó en abrir la boca. – Si mal no recuerdo, señorita Auditore, tenía otras tareas asignadas… ¿me equivoco? – Era un tono frío, que aunque no lo dijera de ninguna manera en particular, se notaba un cierto grado de hostilidad en su expresión. Por un instante, parecía que iba a obtener una respuesta… Pero una nueva entrada dejó a la mayoría de testigos sin palabras… al menos durante lo que duró el espectáculo.

Un tórrido engranaje entre dos cuerpos que se abalanzaban sobre la mesa sin ni tan siquiera despegarse un instante. Un joven moreno, de cuerpo fibroso y cuyos dedos se aferraban con fuerza y lujuria al cuerpo de su compañera… Podría decirse que la cara de ella le resultaba familiar; aunque tenía bastante lógica, por el ligero detalle de que era idéntica a la mujer con la que llevaba un rato en la sala. – Precioso espectáculo, hermana. – Dijo la que no había salido en ningún momento de la sala, apareciendo desde detrás de la puerta. El resto de acciones de la secretaria lujuriosa seguramente se debieran a la suma de múltiples factores… pero volvamos a lo que nos interesa.

- Técnicamente, incluso hay más gente que la que se quedó a esta hora. La señorita Auditore, simplemente adelantó su acontecimiento. – Se recolocó las gafas y arregló el pelo, descolocados ambos un poco por el portazo. – Ignoraré lo que acaba de pasar, señor Daimaou; aunque me gustaría que no se repitiera durante el trabajo… Pero centrémonos. Les presento a Maelstrom, recién llegado a Japón desde Italia. Ofrecerá sus servicios y colaboración, como buen Vongola que es; espero que no duden en contactarle si necesitan apoyo. Solo han llegado buenas críticas respecto a su trabajo, pese a su bajo rango. – En el interior de la cabeza de peliazul, todo aquello le sonaba a discurso de teletienda, como aquellos programas que te vendían cosas inútiles para guardar debajo de la cama. Y no callaba, seguía y seguía hablando, aún más fría y neutra que él mismo; como si fuera una máquina. Era como si hubieran puesto todo su historial y registro de actividades en su cabeza, y se dedicara a leerlo desde su cerebro. No le hizo falta abrir la boca al joven para que diera a conocer todo lo relacionado con él; solo se reservó algunos datos sobre su pasado y… poco más.

PD:

Pa Itzuma: