[Casting] Hibari Kyoya

Como cualquier otro día, Hibari Kyouya, presidente del Consejo Estudiantil, ocupaba su puesto en la puerta de la secundaria Namimori para llevar a cabo su inspección de uniformes matutina.

En un principio, cuando todo el tema ese de la mafia que a él ni le iba ni le venía se había calmado y todo había vuelto a la normalidad, Hibari lo había agradecido. Eso significaba que no acabaría siendo arrastrado de un lado a otro por aquel bebé y sus tramas y que podría volver a su rutina de morder hasta la muerte a la gente que le molestase de alguna forma y luego echarse una siesta en la oficina.

Pero ese agradecimiento sólo le había durado una semana, más o menos.

Estaba más que claro que no iba a confiarle lo que pasaba por su  mente a nadie, ni siquiera a Kasukabe, pero desde que la tranquilidad había vuelto, Hibari sentía como que le faltaba algo, aunque no fuese capaz de poner su dedo en qué era ese algo.

Unas cuantas correcciones disciplinarias en uniformes y estudiantes que no parecían entender que el uso de móviles no estaba permitido en su escuela, Hibari decidió que era un buen momento para tumbarse en aquel sofá tan cómodo. Aunque, una vez tuvo dicho sofá delante, el moreno deshizo sus pasos y puso rumbo a la azotea del instituto.

Tal y como había esperado, estaba vacía. Ni rastro de aquel molesto italiano rubio que se había empeñado en ser su tutor y enseñarle a pelear. Como si él necesitase que alguien le enseñara.

Sin darle muchas más vueltas al asunto, Hibari se encaminó hacia su rincón favorito de la azotea, dejó sus tonfa a un lado y se tumbó, dejando que el suave viendo meciese su pelo.

Allí arriba, no pudo evitar que su mente divagase hasta aterrizar de nuevo en como, así de buenas a primeras, unos tipos se habían impuesto y habían forzado a Sawada y al resto de su pandilla –pandilla en la que no se  incluía a sí mismo. Ni de broma, él no era parte de ese grupo de herbívoros- a retirarse.

Por supuesto, no le había sorprendido nada la decisión de Sawada de retirarse y dejar vía libre a esos tipos, si eso suponía que el resto de sus amigos no iban a sufrir ningún daño, al igual que tampoco le había sorprendido la oposición a esa decisión por parte del resto de guardianes. Como podía ser tan inocente de creerse eso, era algo que Hibari no entendería. Tarde o temprano, el retiro de Sawada no sería suficiente y vendrían a por él.

Lo que sí que le había sorprendido, era que a pesar de que aquello no fuese asunto suyo y no fuera con él -su única motivación para participar en aquel jueguecito tan estúpido había sido el enfrentarse a aquel bebé. Y si Sawada se negaba a continuar con aquello, Hibari tendría que apañárselas para salirse con la suya- el chico tenía que admitir que en cierto modo le fastidiaba que el castaño se hubiese rendido tan fácilmente. ¿Es que no tenía algo de orgullo propio o qué?

-Hibari, Hibari.- Una vocecita suave interrumpió sus pensamientos.

Sin abrir los ojos, el chico alzó la mano y dejó que aquel pájaro al que le había terminado por tomar mucho afecto se posara en su dedo, como normalmente hacía.

Más normalidad. Más tranquilidad.

Y más de aquel sentimiento de faltarle algo.