First reunion {Priv. Queen}

Cuartel general de CEDEF
10:59 AM

El cuartel lucía más vacío y oscuro que antes, debía admitirlo, pero eso no significaba que la reluciente sonrisa de su rostro se iría tan fácil. Era un hecho que realmente muchos de sus compañero, que aún se atrevían a denominarse a viva voz Old Vongola, agradecían; el estar cerca de Queen significaba una calma momentánea que los hacía olvidar toda esa sombra que se cernía sobre sus cabezas. Ese halo de paz que desprendía la joven muchacha era un arma de doble filo, estaban consientes de ello, el bajar la guardía significaba que en cualquier momento desaparecerían del mapa.

Por eso la habían dejado en Italia, a cargo de lo que quedaba del cuartel del CEDEF. Necesitaban mantener la paz y quietud dentro hasta que pudieran establecerse en otro lugar seguro, o al menos poner en verdadera salvedad a Sawada Tsunayoshi. Iemitsu no podía permitir que mataran a dos pájaros de un tiro y Decim no pudo estar más de acuerdo con él en cuanto le comunicó la noticia.

Aunque eso significara sacrificar su propia vida si llegaban a atacarlos.

La verdad, la de ojos heterocromáticos nunca había sido demasiado pesimista, es más, todo lo veía por un bien mayor por ingenuo que sonara.

Queen se miró en el espejo del baño luego de limpiar su rostro debido a otro de sus extraños accidentes donde una curiosa bola de beisbol salida de la nada chocara contra su nariz. Arregló su cabello con cuidado antes de volver a limpiar el hilo de sangre que bajaba directo por sus finos labios.

Ese silencio y quietud le deprimía un tanto, extrañaba ese paso constante de gente por los pasillos haciendo el trabajo atrasado por culpa de su jefe, ese papeleo interminable luego de misiones informativas, las risas y el olor a café de María por las mañanas. Suspiró, ni siquiera había gente en el baño que se burlara de ella como usualmente sucedía luego de alguna desgracia, la mayoría de sus compañeros había migrado a diferentes partes del mundo huyendo de una eventual cacería. Era una pena, gran parte quería proteger a sus cercanos no ligados a la mafia.

Arregló sus lentillas de contacto azules antes de salir, abotonó bien su chaqueta azul con detalles dorados, el cinturón grueso blanco que caía por el costado izquierdo de su cadera, el cuál sujetaba la vaina de su Katana, los pantaloncillos cortos también azules -que había tenido que cambiarse luego de rodar a las 07:00 AM por las escaleras del segundo piso- y finalmente sus fieles botas oscuras.

Estaba lista para recibir la visita del décimo capo de Cavallone.

Caminó a paso calmado directamente a la oficina habilitada, sin encontrarse con nadie durante el camino, cosa que le extraño un tanto realmente. Tampoco es como si hubiera alguien a quién preguntarle el paradero de las otras treinta personas que se encontraban trabajando en ese edificio actualmente, Iemitsu Sawada no había dicho absolutamente nada aparte de "Tendrás visitas importantes por la mañana, prepárate" más los detalles de la misma.

Se detuvo a la mitad del pasillo, casi veinte pasos antes de llegar a la puerta del despacho de reuniones. Se volteó a revisar su espalda con una sonrisa ligera pero nada, el lugar estaba vacío y sin ruido.


Chocó, más bien, una puerta de las oficinas cercanas se abrió de pronto debido a una corriente de aire, como es usual, Queen se llevó una mano al rostro para sobarse la nariz, reír, sacar un pañuelo de su bolsillo, cerrar la puerta y seguir con su camino sin dejar de palpar la zona afectada con la tela, ahora un tanto roja debido a la nueva sangre que se asomaba.

Abrió la puerta de la oficina con despreocupación, pero, al fijar su falsa vista azulina en los dos residentes de la sala retrocedió y la cerró nuevamente. ¡Que pocos modales!, se recriminó un tanto divertida antes de quitar el pañuelo de su rostro, con su nariz aún un tanto enrojecida, para tocar la puerta con sus nudillos de forma ligera.

— Con permiso —habló de manera delicada antes de entrar con una de sus sonrisas tranquilizadoras surcándole el rostro—. Siento mucho haber irrumpido así, no pensé que ya habían llegado.

Cerró la puerta tras de si e hizo una pequeña reverencia antes de avanzar frente a sus invitados, colocándose detrás del otro sillón de la sala. Hizo una revisión rápida por el resto de los muebles y encontró lo que buscaba: una jarra con agua y cinco vasos que había preparado momentos atrás, pensando en la reunión que se avecinaba. Sirvió tres y los puso sobre la mesilla de centro de manera que cualquiera de ellos tuviera alcance a uno, para luego, sentarse en el sillón restante frente a los dos hombres con una sonrisa.

— Lamento lo poco que podemos ofrecer —haciendo referencia con su mirada hacía los vasos con agua— Espero no parecer descortés por llevar mi arma en el cinto, se nos ha ordenado permanecer armados por cualquier eventualidad, Don Cavallone, Messere Romario

Finalizó con una cálida sonrisa, acomodó el cinturón que sostenía su Katana antes de cruzar sus piernas con suavidad.

— Mi nombre es Queen Decim, me encuentro a cargo de esta base por ahora —se presentó haciendo una pequeña y última reverencia con su cabeza, la mano derecha sobre su pecho acompañó el gesto.

La alegría y calma habitual en ella volvieron a su rostro en cuanto miró hacia el frente, esperando a que los invitados comenzaran.

Queen dejó escapar una ligera risa mientras sonreía, por primera vez casi en diez años se había puesto un tanto nerviosa. El perder la calma en situaciones no era algo muy común en ella, así que trató de tomárselo a la ligera recordando el estado de todo lo que la rodeaba, era absolutamente normal. Desconfiar de todos y de todo en esos días se había vuelto rutinario por mucho que le doliera.

— El placer es mío, Don Cavallone. No pensé ser ser yo quién fuera a recibirlo el día de hoy —carraspeó un tanto, tratando de ponerse seria para comenzar con la conversación. Su ADN no cooperó mucho con el asunto, la alegría en su rostro era algo difícil de extirpar así como así—. Actualmente contamos con un reducido personal de treinta personas. El diez por ciento está en Japón junto con el signore Sawada, el otro diez por ciento se encuentra acá y el restante...

Desvió su mirada hasta la ventana que estaba detrás del escritorio principal, por un segundo sus ojos mostraron dolor. Uno que solo ella misma podía comprender al no entender del todo el juicio de las personas con las que trabajaba; muchos huyeron por el simple hecho de salvar sus vidas, otros para proteger a sus familias, otros tantos se pasaron al lado de la New Vongola mientras que los restantes...

Curvó sus labios en una sonrisa antes de volver su vista hacía Dino, no dejaría que aquello le afectara más de lo debido. Sabía bien que su jefe y sus compañeros restantes eran de fiar, o al menos lo eran los que estaban en la cabeza.

— Estamos a la espera de que el signore Sawada nos de las órdenes de movilización y familias afectadas para hacer contacto. Pido la disculpa pertinente por el retraso de los informes de nuestra situación a Cavallone, luego de que ambos grupos nos declaramos de parte de la Old Vongola se nos ha prohibido hacer contacto con el resto de alianza —comentó, acomodando un mechón de su largo cabello tras la oreja. Puso las manos sobre sus muslos antes de inclinarse un tanto— ¿Su familia se encuentra bien, Don Cavallone?, el signore Sawada estaba preocupado por usted luego de que confirmó el estado de su hijo el Decimo Von-

Paró, abrió un tanto sus ojos y desvió la mirada nuevamente. Ya no sabía como llamarlo, y aunque ella quisiera seguir creyendo que aquel niño era el legítimo Capo de Vongola no podía decirlo en voz alta por alguna razón.

— Mi scusi, Don Cavallone —bajó un tanto la cabeza sonriendo, haciendo una ligera reverencia.

Sentía los hombros tensos, era como si una fuerza extraña estuviese haciendo presión sobre ellos.

— Lo hizo antes de irse a Japón y dejarme a "cargo", Don

Respondió a su pregunta de manera calmada, haciendo un ademán con sus manos. Le habían dicho que no desconfiara de Cavallone y sus intensiones pues el apego que el demostraba hacía el décimo líder de Vongola era algo genuino, o al menos lo parecía. Queen se aseguró de ello en cuanto el otro pareció demostrar un poco más de interés cuando nombró al niño, se limitó a sonreír tenue por la acción del Capo.

Al escuchar las noticias sobre Cavallone un peso se le fue de encima, al menos ellos aún estaban bien y se mantenían unidos a pesar de los cambios, por que los miembros del CEDEF comenzaron a desertar inmediatamente luego de que su jefe decidiera la postura. Eso debía ser en parte por el carisma que desprendía el décimo jefe italiano, claro, no había podido ignorarlo, era simplemente imposible ignorar esa aura emanando de su parte. Su jefe tenía razón, si había una familia de la alianza por la cual no tenía que preocuparse demasiado esa era Cavallone.

— La Vongola de Sawada Tsunayoshi —asintió decidida, ahora no lo dudaría.

Y volvió a sonreír como siempre luego de su momento de seriedad no nata, ¿Qué le pasaba?, la habían dejado en ese puesto para mantener la calma. Alzó su mirada y observó a Dino con curiosidad, examinándolo por cinco segundos antes de pasar su vista a la pared de atrás de ellos.

La tensión de su cuerpo se había ido de la nada. Tomó el vaso con agua que estaba sobre la mesa y se lo llevó a los labios para beber tranquila solo un diminuto sorbo, cuando acabó dejo el vaso donde exactamente estaba hace un par de segundos; levantó la vista y se sentó correctamente, manteniendo la espalda recta y la sonrisa alegre en su rostro.

— Le aseguro, Don Cavallone, que los miembros que actualmente componen lo que queda del CEDEF están con la Old Vongola —afirmó con seguridad— La seguridad del décimo capo y sus guardianes son nuestra prioridad número uno

No pudo evitar alegarse luego de escuchar las últimas palabras del mafioso frente a sus ojos y mucho menos soltar sentimentalismos inculcados por su Jefe, Iemitsu Sawada. Nunca había tenido la oportunidad de conocer a alguno de ellos personalmente, pero solo bastaba lo que Basil le contaba para que se sintiera bien con lo que hacía y en lo que trabajaba.

— Por Aseryo —Decim tocó ligeramente el mango de su arma con sus dedos—. Mi Katana, juro ser como el viento y la arena del desierto, no daré tregua a los enemigos de la Old Vongola y permaneceré fiel a aquellos que juré lealtad. Seré el viento inalcanzable de Vongola. Puede contar con mis servicios, Don Cavallone

He inclinó su cabeza esperando la aprobación o rechazo del décimo capo con una sonrisa decidida en sus labios. Su maestro siempre le había dicho que jurar por su espada era jurar por su vida, no estaba del todo segura si ambos italianos frente a ella entenderían del todo el mensaje. Pero se aseguraría de probar su lealtad a la verdadera Vongola que le había dado un hogar.