Súbdito [Priv. Joker]

Queen se quitó lentamente la bolsa con hielo que le habían pasado hace instantes atrás debido a otro de sus accidentes en las escaleras principales; un inmenso bulto amenazaba con salir directamente desde la fuente roja al costado izquierdo de su frente, esta vez la caída había sido más grave que las anteriores ya que no le fue posible levantarse inmediatamente y, al momento de emprender marcha como solía hacerlo siempre después de un accidente normal, se había tenido que sujetar de una pared cercana para no ir al piso. Obviamente el resto de los pocos integrantes que quedaban en la base italiana le habían prestado atención a ese importante detalle, no la iban a dejar marchar así a Cavallone, en ese estado solo causaría más preocupaciones que una ayuda eficaz. Un día de retraso para presentarse a causa de un accidente no sería malo, más aún sabiendo como el décimo capo se preocupaba por sus subordinados.

La habían dejado allí, recostada en un sillón de la estancia casi vacía del tercer piso. La mayoría de los objetos apilados en cajas sobre los escritorios llenos de polvo le daban algo de tristeza, el moverse hacía japón para garantizar la seguridad del décimo Vongola original era una buena idea, pero el abandonar ese lugar para no comprometer la seguridad del personal era aún más triste, sobretodo siendo que la unidad del CEDEF división italiana había sido reducida casi al numérico del grupo Varia. No dudaba de sus compañeros, pero tenía bien en claro que entre la fuerza entre el escuadrón de asesinos y el grupo al que ahora pertenecía había un profundo abismo difícil de superar, lo sabía de primera mano, el estar con Varia durante cuatro años había marcado un antes y un después en sus habilidades inusuales. Se levantó un tanto mareada aún, dejando la bolsa con hielo a su lado sin tener consideración en su mojaba con el agua desprendida de la bolsa el terciopelo del tapizado mueble, miró su katana sobre la pequeña mesa de centro y se quedó en silencio, con las manos a sus costados, apretando ligeramente los cojines sobre los que estaba sentada. Soltó un suspiro ligero antes de sonreír como siempre, dejando de lado todas las demás preocupaciones, ya que no querían dejarla marchar debido al estado pasajero en el que se encontraba, al menos iba a ayudar a ordenar.

Con su mano izquierda tomó la katana con funda azul y plateada para ponérsela en el cinto grueso blanco que cruzaba su cintura. Acomodó su cabello y se dirigió a la puerta de la habitación, tomando antes la bolsa con hielo que había dejado encima del sofá para llevarla a un lugar mejor.

Off: Perdoname tu, ando con examenes y me exprime por completo. Si tardo, disculpame en verdad


Comenzaba un verdadero juego, de aquellos que le encantaban al bufón. Sujetaba granada tras granada escondiéndolas por debajo de su abrigo. Era una tarea simple, al menos en teoría. No era un maestro de los planes, pero sin duda, no había ser que le superase en cuanto a improvisación se refería. El pago, era algo exorbitante. La misión, sin duda algo que otros consideraría, un suicidio mismo. Para él era solo una forma más de divertirse a costa de los demás. Si moría, al menos lo haría con una sonrisa bien pintada sobre su rostro. Y vaya que no podía evitar hacerlo. El solo haber pulido sus armas y esconder sus dagas bajo la playera, le hacían sentir aquel metálico sabor entre sus fauces, aquella esencia a muerte que tanto disfrutaba saborear día con día el informante. Era todo o nada, todo o nada. Salió de su hogar, no sin antes rosar con sus deudos aquella vieja cicatriz, aquella que marcaba un antes y un después en su vida.

Era un simple sujeto, andando en la calle con una enorme maleta echada a sus hombros. Aquel enorme costal brincaba a cada paso, chocando constantemente contra la espalda del informante, causando que este se encorvara con cada golpeteo. Era momento de comenzar el juego, se decía a si mismo conforme se divisaba frente a él aquel lugar, ese sitio tan peculiar que, según su cliente, estorbaba en sus planes. ¿Que clase de planes involucraban las oficinas del CEDEF? Le intrigaban sin duda, pero que mas daba si era simple capricho, o un plan mas allá de lo divino. Para él, todo era simple negocio, y uno verdaderamente bueno. Dinero, mucho, mucho dinero en juego si el trabajo se realizaba de la manera adecuada. ¿Cuál era esta? No dejando testigo alguno.

Ahí estaba el, arrodillado a unos metros de la oficina. Sus ojos permanecían cerrados, mientras este murmuraba, quizá algún rezo, quiso alguna plegaria. Sujeto con su mano derecha un bazuca y, colocándolo en su hombro derecho exclamo- ¡Bendícelos, bendícelos a todos! -Dicho ello, un proyectil salió disparado hacia estas, impactando contra la puerta principal. El estruendo había hecho saltar su corazón de alegría, como si de haberse topado con una fortuna significase. De cierta manera, así era en realidad pero, para él era más una diversión personal que un simple negocio.

Con la bolsa de hielo en la mano se dirigió hasta la cocina, que estaba situada al fondo del primer piso de la sede italiana. Se afirmó del barandal para bajar las escaleras cuando un nuevo mareo, más fuerte que los anteriores, la hizo aferrarse fuertemente con ambas manos a los marcos de madera; la bolsa de agua y hielo calló al piso, mojando la alfombra carmesí en una posa de diez centímetros. Se llevó la mano a la frente, cerrando los ojos con fuerza y se concentró en el ambiente, a lo lejos podía escuchar gritos y material desprendiéndose. Aquello no había sido por parte de ella, eso era la base del CEDEF siendo atacada por un desconocido probablemente enviado por la New Vongola a causar el primer gran desastre por oponerse a su bando. Queen alzó la vista, afilando los ojos mientras observaba la ligera capa de polvo que comenzaba a asomarse por el piso inferior; debía interceptar al atacante tan rápido como le fuera posible, no sin antes informar de la situación y poner al resto del personal restante a salvo. Ella aún estaba en base, debía movilizar al personal.

Bajó las escaleras rápidamente, increíblemente sin tropezar en la marcha de sus pies. Atrapó al primer miembro del CEDEF que encontró escapando del lugar y muy amablemente, típico de su personalidad, le pidió que se escabullera e intentara establecer comunicación con Cavallone para informarle del sorpresivo movimiento en contra de la base. El hombre pareció calmarse en cuanto la muchacha le sonrió un tanto, recibidas las órdenes completas se marchó.

Llegando a la entrada armó una cuadrilla de hombres para proseguir, envió algunos directo al frente y al resto los dividió por sectores. Ella tomaría el frente, pero al estilo que le habían enseñado en el Varia.

Haciendo uso de su llama se movió entre el humo y escombro, entre partículas de arena brillante. Enfocó al atacante y comenzó a materializarse tras él, con su katana desenvainada, recubierta con aquel halo de arena que hacía difícil ver el largo de la hoja afilada. Le apuntó con ella directo a la cabeza mientras el resto de integrantes del CEDEF comenzaba a acercarse por el frente, un total de cinco hombres armados con sus diferentes cajas. Uno de ellos llevaba una pistola.

— Atacar los cuarteles del CEDEF sin provocación previa es un delito que es pagado con la detención o eliminación, y tomando este caso es más probable lo último, identifíquese —habló con calma, sin dejar los modales a los que estaba tan acostumbrada—. Declare sus intenciones y dependiendo de eso puedo concederle una entrevista dentro de lo que queda del cuartel, messere

Imposible de tirar por la borda aquella cordialidad infinita y el tono calmo de su voz le tendió la invitación pacifica. El hombre de la bazooka podría desistir, pero si no lograba deshacerse de él sin armar escándalo tendría que usar la fuerza, estaba prepara y no tendría miedo de atacar si se llegaba a comprometer la seguridad de terceros, además, tenía que hacer tiempo. La cuadrilla de hombres que había dividido tendrían que llegar a la posición que les encomendó cuidar, y el hombre al que había enviado a contactarse con el décimo Cavallone debía pasar sin ningún peligro la frontera de escape.

Tenía que lograrlo, después de todo había sido parte del escuadrón Varia. Hubiera decidido huir si no hubiera tenido ese noventa por ciento de posibilidades de ganar esa negociación.

Dejaba caer la bazuca tras de sí. Una bala, era todo lo que tenía por el momento, al menos, una legalmente llamada así. Si bien podía hacer uso de su llama, colocar una simple piedra en aquella arma y lanzarla cual proyectil, para él no significaba nada. Era más divertido si se hacía de la manera correcta. La gente comenzaba a amontonarse frente a él. Una fila repleta de trajeados, con lentes obscuros y una cara del demonio, así era como describía el bufón a los mafiosos que tenia frente a él. Solo eran simples blancos esperando recibir una bala entre ceja y ceja por parte del informante. Detestaba el tumulto, sinceramente. SI bien, eran blancos fáciles para sus disparos, el ver una gran concentración de algo le hacía sentir, asfixiado. Algunos podrían decir que era claustrofóbico, pero el simplemente le llamaba "mi puta forma de ser". Coloco sus manos tras su abrigo, buscando aquel par de pistolas que tanto había esperado usar.- No hay nada como un disparo doble nena -Dijo mientras disparaba a una y otra vez sin detenerse. Las balas volaban por todos lados acertando algunas, errando otras. Los gritos, era lo que le mantenía de pie, extasiado ante la mirada desconcertada de algunos, tal vez inexpertos, tal vez nuevos reclutas. Al final del día, eso no importaba si no, cuantos sobrevivirían.

La misión era clara; Tenia que atacar el cuartel procurando llamar la atención de todo aliado mismo. Se veía que le conocían a la perfección. Si había alguien que podía hacer tal trabajo atrayendo las miradas de medio mundo, era él. Siempre había conseguido información, siempre había triunfado en sus misiones pero, no por su sigilo e ingenio si no, por su falta de cordura y su maldito deseo de destruir por completo todo lo que le rodeara. Sobre todo, aquello que significase bondad en este mundo. No se sentía emisario alguno de Satanás, ni mucho menos un ser que había sido creado para causar dolor. El simplemente seguía la regla básica del ying y el yang. Sin caos, no existiría el bien. Y con su existencia, debía de existir un bien excesivamente santurrón que le contrarrestara. Y al parecer, lo había encontrado.

Justo al terminarse el par de cartuchos, una voz que el considero molesta, se clavaba en sus oídos, taladrando hasta el fondo de su cabeza. Detestaba la amabilidad con la que se dirigía a él. Era de mala educación ser amable con el enemigo, eso lo tenía bien claro. Y nadie, absolutamente nadie, le faltaría al respeto.- Lo siento querida, no sabía que era tu hogar -Dijo mientras se daba vuelta, quedando frente a frente a aquella chica. Su misma imagen le repugnaba. Era como mirar un ángel entre el polvo, materializándose entre el apocalíptico panorama que tanto trabajo le había costado crear. Era completamente molesta. Sus ojos se clavaron sobre los de aquella mujer, escudriñando poco a poco estos. Por más que miraba, no sentía maldad alguna, no mostraba malicia siquiera y, acompañado de aquellas palabras, le hacía vomitar de tan amable que sonaba. Aquel sujeto impregnaba sus manos de la llama de la tormenta y, sin decir mas, apretó la punta de aquella catana, mientras sonreía maliciosamente- Querida ¿Nunca te dijeron que no hablases con extraños? -Un corte profundo se presento en la palma del informante, mientras que sus llamas impregnaban aquella arma por completo, tratando de llegar a las manos de aquella chica.-  Y peor aún, a ¡JAMAS PRESTARLES TUS JUGUETES!

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Off: Si quieres, no tomes daño ni nada de mis ataques, pero el ataque que use, te lo mostrare aqui. Si quieres usar puntos, adelante, si no pues; dejemosle solo en narrativo. Lo pongo solo como guia. Y perdon por la tardanza, pero examenes terminar hoy(?)

¡BOOM BOOM BABY!

Spoiler:

— ¿Pudo ver a través del manto de arena el filo de Aseryo?

Queen se sorprendió ligeramente, alzando las cejas desprevenida ante el accionar del atacante desconocido. No había conocido a persona que pudiera determinar con solo una mirada el filo de Aseryo a través de las llamas del desierto que encubrían del todo el largo de la hoja, solo durante su estancia en el Varia había conocido personas capaz de ello y fue capaz de superar esa aseveración a si misma de soy intocable. Se preparó para retroceder y bloquear el futuro ataque que ya veía venir, apretó el mango de su espada relajando la expresión de su rostro, mostrando un tanto de seriedad en los ojos más no en la sonrisa. Su pierna izquierda como apoyo, solo un salto hacía atrás y una estocada cuando las llamas estuvieron a punto de llegar al mango de la katana.

— ¡Sorye!

Dio un salto hacía atrás al momento preciso y lanzó una estocada con su katana rápidamente, eliminando en parte el factor de degradación de la tormenta con el remolino de arena. Su espada quedó al descubierto completamente una vez liberada la estocada y el manto de arena que le cubría; solo una milésima de segundos fue visible ya que luego de eso desapareció de la vista.

Aquel remolino de viento y arena llevaba no solo parte de las llamas de la tormenta restantes ante el tacto del hombre, si no que también sus clásicos tenedores. Filosos como cual lanza estaban destinados a herir al enemigo, escondidos entre los restos de arena. Los hombres del CEDEF retrocedieron al no ver a Queen por el campo abierto que daba la entrada luego de que lanzara su ataque, más, la arena que se juntó luego de que el remolino que iba en dirección del atacante explotara dio una clara señal de donde se podría encontrar. Más de alguno se quedó allí espiando, viendo con sus propios ojos el poder de la ex integrante del Varia.


— Enfrenta el viento

Queen re-apareció nuevamente, espectral y como un espejismo de arena. Alzándose sobre la tierra con tres hombres de arena acompañada, lanzas afiladas que apuntaron hacía el enemigo feroces. Una puñalada, dos puñaladas y hasta tres, dieron rápidamente acompañados por la invocadora. No dejaron espacio en sus movimientos para un ataque del otro, avanzaron raudos reduciendo la distancia entre ambos con sus lanzas.


— Felicidades messere, descubrir el filo de Aseryo es un reto para cualquiera. Debido a eso no me tomaré la molestia de esconder el filo de mi espada, por respeto a esta batalla y a usted —habló sonriente, divertida y mostrando ese respeto inigualable incluso ante el enemigo. Mostró su espada libre del recubrimiento de arena usual en ella, el mismo que había evitado el ataque directo producido por las llamas de la tormenta del otro.

La integrante del CEDEF tenía la estrategia de batalla planeada ya en su cabeza. Un fallo y estaría todo perdido, eso contando con el edificio que actualmente iba a dejar para ir con Cavallone.