The Red Fox [LIBRE]

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El día era hermoso a simple vista. El solo hecho de salir a caminar por las calles de la ciudad, se lograba sentir el tibio calor que provocaban los rayos del sol sobre el rostro. Algunas nubes pasaban sobre el cielo, navegando de un lado a otro dando un poco de sombra a ya tan apacible clima. Era perfecto para una caminata y eso mismo pensó aquel ser, aquel sujeto que buscaba entre los rostros a alguno que pudiese ser un beneficio monetario para sí mismo; un poco de información para este pobre hombre, pensaba él. Un par de lentes obscuros cubrían su rostro, alejándole de los rayos del sol que nublaban su vista de cuervo. Buscando algo que roer y degustar del dolor ajeno.

Se consideraba en veces un ave de rapiña y en otras, una hiena. Degustar de los caídos, de sus secretos era lo que le mantenía en pie. Era algo sádico, debía de admitirlo un poco masoquista pero, a quien le importaba; Su único deber era consigo mismo y con nadie más. Eso lo había prendido por las malas hace ya mucho tiempo atrás. Su sonrisa se mostraba en su rostro alargando aquella maldita mueca de payaso en su rostro. Disfrutaba maquillar su rostro de tal manera que se asemejara a la de un payaso. Era un poco ridículo, tal vez; pero con tanta cicatriz, aquel sujeto daba más terror que risa. Conforme se acercaba a su destino, aquel sujeto solo podía sentir las miradas ajenas sobre su persona. Se sentía mas importante conforme aquellos entes sin personalidad despotricaban alguna que otra grosería hacia su persona. Era como mirar un pequeño chihuahua ladrando  a un gran danés. No es que fuese un narcisista; el simplemente sabia el valor de sus palabras y más aun, de sí mismo.

Había hecho algo de dinero en la mafia, pero no le bastaba. El necesitaba mas, saber todo ser una enciclopedia andante. Su mayor hobby era etiquetar rostros por apodos, por secretos o debilidades. Era un logro conseguir información útil sobre alguien más. El camino se acortaba, su destino estaba cerca por lo cual, no se molesto mas en portar sus lentes. Sujeto aquello y lo guardo cuidadosamente en sus bolsillos. Podía ver claramente el anuncio sobre su cabeza "The red fox". Había escuchado de buena mano que aquel lugar era donde servían el mejor vodka por lo cual, había decidido entrar a tomar un trago.- De buena mano -Se dijo a si mismo mientras de su chaleco sacaba una mano descuartizada con una simple nota entre sus dedos. Red Fox, decía esta. Una risa se escucho entre aquellos lares mientras que aquel ser se deslizaba entre de las puertas de aquel bar sentándose en la barra.

Vaya que es lindo este lugar. Pero me gustaría ver un poco mas de rojo por aquí -Dijo para sí mismo mientras el barman le miraba con desconfianza. Maquiavelo levanto un dedo, pidiendo su atención o más bien, desviándola a su necesidad. Necesitaba un trago y, si nadie le serbia uno, terminarían muriendo muchas personas en aquel lugar. Un mal augurio para un negocio. Sin pestañear aquel sujeto se acerco a él y, colocando un vaso frente a él, le pregunto- ¿Que desea tomar? -Con una voz aguardentosa, tal vez por el cigarro, tal vez por el mismo alcohol.- Dame un trago coqueto, pero con mucho vodka. No me gusta el maldito sabor que tengo en la boca ahora mismo -Relamió sus labios degustando la mezcla de sangre y pintura que tenia sobre sus labios. Su cicatriz era notable, pero no lo suficiente gracias a su maquillaje. Era algo que disfrutaba tanto, el ver como algo tan simple como una sonrisa podía desconcertar a los demás. Bueno, era algo que aun a esos días, le fascinaba.

El día comenzaba a dar paso a la noche conforme la botella que este tenía en la mano bajaba mas, mas y mas con cada trago del informante. No parecía ser afectado por la bebida pero, no podía negar que algo había en ello; al menos, uno que otro mareo involuntario. El sueño comenzó a hacer estragos en Maquiavelo quien, sin poder evitarlo dejo caer su cabeza sobre la barra de aquel bar. El barman, asustado simplemente se alejo de aquel sujeto dejándole a su suerte, esperando que despertara y se fuese pero, parecía no reaccionar siquiera. No se movía, siquiera un simple movimiento de su caja torácica para demostrar que aun estaba con vida. Pero bueno, el solo daba bebidas, no era ningún puto enfermero así que, que mas podía hacer. Además, aun no le había pagado y no se iría sin pagar.

La noche había caído y, aquel sujeto continuaba inconsciente sobre la barra. Ignorando lo que pasaba en su entorno o al menos, eso parecía.- Creo que aquí está bien -Dijo una voz ajena la cual, se encontraba acompañada de una un tanto más chillona.- Me-me parece bien pero... Espero nadie sospeche de este lugar.- Dijo aquella voz mientras Joker escuchaba atentamente cada palabra.- Tranquilo. ¿Quien crees que es el dueño de todo esto? -Contesto el primer sujeto quien, de un vistazo más minucioso, tenía toda la pinta de un mafioso. Ropajes elegantes, un traje hecho a la medida y una fría mirada asomándose en su rostro. Era lo que había estado buscando todo el día. Sus ojos se centraron en aquel par, ocultando su mismo rostro para que estos no lograsen sospechar pues, por lo que había escuchado, el se encontraba en gran desventaja.

Sabemos que ahora mismo, se movilizan mas mafias sobre namimori. El motivo lo desconocemos pero, posiblemente se deba a un simple rumor - Sus manos se metieron dentro de su saco y de un rápido movimiento, un par de fotos fueron lanzadas hacia el segundo tipo- Se dice que vongola se ha partido en dos -Tan pronto dichas palabras salieron de la boca de aquel sujeto, el informante se incorporo siguiendo el impulso eléctrico que recorría su espina dorsal. Se relamía los labios de la emoción de la simple idea de posesionarse de dichas fotografías. Podría venderlas a un buen precio pues, información sobre vongola siempre era bien recibida por cualquier mafia rival. Era momento de hacer su movimiento.-  ¡SEÑOR CANTINERO, SIRVAME OTRO! -Grito conforme se lanzaba sobre las fotos ocultándolas al momento en sus bolsillos; no pensaba dejar que se las arrebataran y solo esperaba poder salir de ahí sin ningún problema. En cuanto aquel par se refería, el no era más que un simple borracho mas en aquel tumulto de gente. Sus rostros se transformaron al instante en que le notaron; odiaban el hecho de haber sido interrumpidos por aquel sujeto y eso, se notaba en sus ojos. La ira no podía disimularse entre aquel par quienes, sin titubear llamaron a seguridad para deshacerse de aquel sujeto tan desalineado.

Llévense a este idiota de aquí -Bufo uno de ellos mientras lo lanzaba con fuerza al suelo. Maquiavelo solo reía por dentro mientras su cuerpo impactaba con el suelo. El seco golpe de su cuerpo cayendo hiso que varias personas se percataran de la escena; algo que no era muy grato para el dueño de aquel lugar. Un enorme Gorila de dos metros se acerco al informante quien, como si se tratase de un muñeco, sujeto al informante por sobre su cabeza y lo lanzo hacia un viejo sillón en un rincón de aquel lugar. El cuerpo de Maquiavelo quebró por completo aquel mueble el cual causo uno que otro golpe sobre el sujeto. Aquel par solo reía, se regodeaba de su escena cosa que, realmente no le importaba al rubio. Tenía lo que quería, solo era cuestión de salir de ahí antes de que se dieran cuenta.

Varias horas se habían ido sucediendo desde la llegada de Azure a la ciudad. Un plácido viaje en avión que había durado tal vez más horas de las que debía, aunque al menos tuvo compañía… Una chica, también Vongola, con la que había coincidido en alguna que otra ocasión, pero no lo suficiente como para poder tomarse confianzas. Entre lecturas, conversaciones y películas, se hizo algo más ameno… aunque el momento del viaje que más le llegó a impactar fue poder ver ocultarse el sol desde lo alto del avión, haciendo nacer la noche a lo largo del aterrizaje. La espera al equipaje no fue necesaria, pues por triste que parezca con solo una mochila, él fue capaz de viajar con todo lo que hacía falta. Así que él no dudó en ponerse en camino a su objetivo.

Mientras caminaba bajo un cielo, pese nocturno, algo anaranjado; cayó en la cuenta de varias cosas… Pero como no hace falta que esperéis el tiempo que él tardó entre cada una, se irán exponiendo de forma más continuada. En primer lugar… Se había puesto en marcha, pero ¿a dónde tenía que ir? Le sonaba que dicho tema salió en una de las conversaciones que tuvo en el avión… Y hablando del avión, ¿dónde estaba su compañera? Seguramente se separaron en la zona de los equipajes, pero eso ya es información que no puede garantizarse.  Sin embargo, había algo que al final parecía resultar más grave a la par que urgente. ¿Dónde se encontraba en estos momentos? Hasta el momento, había ido caminando sin pensar, solo contemplando el nuevo lugar, lleno de gente entre la que se podía distinguir con claridad los rasgos nipones. – Al menos sí parece que esté en Japón. – Pensó para sí mismo. A diferencia del despejado pueblo italiano desde el que venía, los edificios aquí resultaban más elevados, pero sencillos, sin tantos elementos ornamentales que definía la arquitectura algo pasada de Italia.

Protegido por una gabardina, porque nunca se sabe cuándo va a hacer frío, se descolgó la mochila en busca de alguna pista que se hubiera guardado. No obstante, su desilusión emergió cual iceberg al encontrarse con las manos vacías; solo un teléfono que le habían dado, y una hoja con cuatro frases casi inteligibles, al menos en la penumbra. Buscando un sitio donde poder leer mejor, se paró bajo una farola; y agudizando la vista parecía discernir algo de los trazos.
Red Fox

- ¿Un zorro rojo? – No le había servido de mucha ayuda… Entre tanto garabato solo identificaba esas dos palabras que no decían nada en particular. Devolvió aquel papel, arrugado de nuevo a su bolsillo mientras suspiraba con desgana. – ¿A quién me recomendó que buscara aquella chica? – Intentaba hacer un esfuerzo mental. Durante la conversación sobrevolando el mar compartió información con la Vongola, o tal vez estaría mejor dicho, que la información la compartieron con él. – Ella insistía en ver a un payaso cuando no supiera que hacer… Suena tan surrealista… – Seamos sinceros, es una forma de pensar hasta cierto punto la mar de coherente.

Alzó la mirada, un breve vistazo al cielo antes de reiniciar la marcha mientras tomaba aire. Mientras bajaba otra vez, se detuvo un momento a analizar un cartel que, sin saber por qué, le había llamado la atención.  ‘|The Red Fox|’
– Esperra, yo he visto ese nombrre antes. – Algo de luz se atisbaba a final del camino, una luz de neón roja que dibujaba un zorro. Ciertamente desconocía qué asunto tendría en aquel lugar. ¿Tal vez solo un buen sitio donde pasar el rato? No era descabellado, al fin y al cabo solo parecía un local normal y corriente. Aunque también podía ser tanto un objetivo como una base encubierta de la familia. – Todo se verrá en cuanto entrremos. – No había ni terminado de abrir la puerta cuando se escuchó cómo un mueble era derribado, con su destrucción también implicada. Toda una pandilla turbia, mirando hacia el interior de la sala; con aún restos de polvo en el aire.

No parecía ser el ambiente más cálido del mundo, de eso no hay duda. – Disculpen. Quisierra saberr qué clase de local es este. El Red Fox, ¿o me equivoco? – La cara de sorpresa de algunos resultaba curiosa… Porque, hagamos un repaso. Encontramos a un primer señor, vestido de traje y con unos aires que me resultan fáciles de reconocer, seguramente sea de alguna familia o en su defecto algún actor del cine negro… También encontrábamos a una chica, de vestido llamativamente corto y brillante; aferrada al primero, ¿serían una pareja? Un hombre gigante se veía al fondo, unos cuantos torsos inconscientes o ya carentes de vida estaban tirados por el suelo; y el resto de clientes parecía esconderse como podía en sus mesas. – Crreo que no es el mejorr momento, perro estoy buscando cómo contactarr con los Vongola. ¿Podrréis ofrrecerrme la ayuda necesarria? – Lo que sí que estaba claro es que su visita era cuanto menos inoportuna, en ese momento en el que nadie de los de allá querría tener que prestar atención a un nuevo elemento que acababa de quitarse la gabardina.

PD:

El dolor en su cuerpo era mínimo en comparación a su pasado. Incluso, un simple golpe con la base de la cama era mas mortífero que aquel propinado por el enorme gorila; Pero bueno, tenía que fingir un poco si así podía librarse con las fotos y sin levantar sospechas. Se incorporo poco a poco mientras los demás se reían de él. No le importaba pues, al fin y al cabo el mismo parecía un payaso. La risa era compartida en ese caso. Evito mirar al sujeto de traje quien, por obra y gracia de dios, se encontraba rodeado por un par de mujerzuelas. Era de esperarse si es que ese lugar era suyo. Un trato especial para dicho magnate; le repugnaba esa simple idea.- Vaya dios el que alaban estos tipos -Decía entre murmullos apenas audibles más que para sí mismo. Solo le restaba irse, marcharse de aquel lugar sin ningún problema y así, poder salir con fanfarrias de aquel bar acaudalado pero, algo ahí le retuvo más de lo que él hubiese querido. Una voz desconocida pero, que a leguas se sentía cercana a su mundo.- ¡Von... Go-LA! -Susurro mientras una sardónica risa se escurría entre sus labios, entre aquella mueca torcida de payaso. Sus labios se estirar mostrando una sonrisa deformada, tan bizarra en su rosto que, quienes le miraban se alejaban inmediatamente de su alrededor. Para él era un intensa felicidad que hacía estragos en su interior. Un poco de disfrute para el cansado informante que había hecho bien su trabajo. El solo quería una pequeña estrella sobre su frente y un poco de sangre sobre sus manos. Pero el día nunca puede ser perfecto, algunos simplemente son malos.

Risas, solo eso inundaba su mente. Risas provenientes de la nada que hacían eco una sobre la otra. Un cantico que recordaba a este las obras maestras de la música clásica; violines acompañados de melódicas voces. Pianos tocados magistralmente por maestres de las artes auditivas. Auroras viajando frente a sus ojos de polo a polo, iluminando su vida de matices rojos obscuros, blancos que despejaban su mente y un matiz negro que engullía toda luz dentro de su corazón. Las sombras se apoderaban de la ya pútrida mente de aquel informante conforme las ideas y planes se mostraban ante sus ojos. Pero no hacía falta nada, solo una simple improvisación "¡Y de las buenas!"Gritaba eufórico su espíritu dentro de sí mismo, impulsándolo hacia la locura y el terror. Ya no era momento de disimular si no, el idóneo para actuar. Aun que, si él quisiera, podría salir simulando uno que otro tropiezo. Pero eso no sería divertido, para nada divertido "¡HAHAHAHA!"

¿Así que, tu eres parte de aquellos que son dos no es así? -Sus ojos se cruzaron con la mirada de aquel chico; un rostro inexpresivo acompañado de una galante vestimenta. Que tan extraño debía de ser aquello como para atraer la atención del Joker. Sin siquiera mostrar indicios de algún acto, una navaja se deslizo por su brazo llegando hasta la palma de su mano. Con un giro de su cuerpo y con su mano estirada hacia un costado, aquel sujeto deslizo el filo de aquel arma sobre el cuello de aquel gorila. El sigilo ya no valía la pena si igual ya tenía un cliente ahí. Solo hacía falta concretar un negocio y nada más, solo negocios.- Bien chico, hablemos un poco de negocios -Dijo mientras limpiaba su navaja con la camisa del gorila quien, yacía en el suelo desangrándose. Sin contemplaciones hacia los caídos, era lema que cumplía al pie de la letra. Y él era hombre de palabra. Camino hacia el chico extendiendo su mano, extendiendo su apoyo hacia su causa. No quería dejar escapar aquel trabajo pues, de sangre no vive la gente. Solo de pan y agua, como en la biblia.- Mi nombre es, Adam. Pero puedes llamarme  ¡JOKER! -Aquel tono más agresivo en su voz, aquella sonrisa desgarrando su rostro; todo en conjunto mostrándose ante los ojos de los presentes tratando de hacerles ver su sello, su imagen, un eslogan que causaría una sinapsis en sus frágiles mentes cada que escuchasen dicho nombre. El quería el miedo simplemente, el terror ajeno en los rostros de simples mortales.

OFF::

¿Qué podía decir el agente Vongola? Un espectáculo sombrío, rápido y sádico acababa de acontecer ante su mirada. Podría decirse que le impactó, aunque tampoco demasiado; más que nada porque no era la primera vez que alguien caía desangrándose ante él. Lo más sorprendente a su criterio fue la velocidad del movimiento causante de todo. No tardó mucho en llegar aquel espeluznante payaso hasta mí, haciéndolo sin dificultad ni impedimento; pues todos aquellos que hubieran podido interponerse se apartaban como si de un engendro se tratara. – Clarro, hablemos de negocios. – En ese momento, mientras íbamos saliendo, el joven de pelo grisáceo se percató de algo en lo que no había caído hasta entonces. – Esperra… Tú erres el payaso que me comentó aquella chica… El que hay que buscar cuando no se sabe qué hacerr. Porr eso lo de Jokerr, ¿me equivoco?

Una vez fue capaz de asentar el presente, se puso en marcha con los negocios. Con el fresco de la calle y la oscuridad de la calle, con tono serio y solemne – Sepa, señorr arrlequín, que necesitarría ayuda. – Las escasas personas que pasaban por la calle cerca de aquel par recién formado lo hacían a una distancia prudencial, como hacen las presas ante un depredador descansando. Era como un halo de inhibición, nadie quería pasar cerca, era como si sintieran el peligro que ignoraba el joven Vongola. – Verra, quisierra una visita guiada porr la ciudad. Porr eso de acabarr de llegarr desde Italia no estoy tan familiarrizado como me gustarría con el terreno. – Se escuchaba un leve alboroto desde dentro del Red Fox, pero no le parecía nada por lo que preocuparse. Seguramente le parecía la forma que tendrían en el país de actuar en esas situaciones. – En cuanto al prrecio… ¿En cuánto quedarría?

PD:

Off: Perdona la tardanza y lo corto, ando un poco ajetreado con la uni.

Desconcertado, sin duda alguna, era la palabra clave para interpretar como se sentía aquel payaso. Era la primera vez que veía calma en sus clientes; no dolor, no desesperación, no miedo, no odio solo, calma. Detestaba la calma, para el todo era mejor si se le colocaba un poco de caos de por medio. Su mirada se mostraba desinteresada, sin motivación de seguir la charla mas allá de lo que eran viles negocios. Solo algo le hacía sentir cosquilleos en su hombro, como si aquel parte de su subconsciente vestido de pequeño diablillo le sugiriese algo. Bueno, eso no era gran cosa. En realidad, ambas partes de él, se mantenían con aquel lindo traje rojo en cada uno de sus hombros. - ¿Quién fue la linda dama que me recomendó? Si no es molestia, claro está. -Susurro mientras pasaba su lengua de un lado a otro, de la misma manera que una serpiente.

El trabajo era simple, solo un paseo por la ciudad y listo ¡CACHIN, CACHIN! Así o mas fácil. Ganar dinero, nunca había sido tan sencillo como esos días. Al carajo las palabras, el no se tragaba lo que le vendían. El era quien vendería al último, y reiría mejor- ¡HahaHAHAa! -Reía por dentro, mientras sus ojos danzaban en una euforia total bajo sus lentes obscuros. Si esto se convertía en una trampa, en realidad estaba preparado para ello.- Dime, lindo y tierno sujeto ¿Me ocultas algo? -Sus ojos, asomándose sobre sus lentes, se clavaban cual alfileres sobre los de aquel peli azul. Vaya imagen se hacía en su mente con solo pensar aquello- Créeme, que si piensas jugar conmigo… Ten en cuenta que soy muuuy bueno jugando. Pero… -Suspiro- ¡SOY MUY MAL PERDEDOR!

Azure sentía que algo no iba del todo bien, como una cierta hostilidad en el aire. –  Creo que no he dicho ninguna palabra que pueda malinterpretarse. ¿A qué podrá deberse esta sensación? – Pensaba para sus adentros sin cambiar un ápice su expresión. Era como tratar con un gato que saben que vas a meter al agua, solo que aún el gato no había mostrado ni sus uñas ni sus dientes. – Yo soy algo bueno jugando al Jass, perro no crreo que tenga que verr con lo que le pido. ¿Hay algún prroblema porr enseñarrme la ciudad? – Preguntaba deseoso de conocer la respuesta. - Lo único que busco es conocerr el sitio al que acaban de trrasladarrme. El encontrrarrle a usted ha sido un evento aforrtunado. Porrque sincerramente, no crreo que mi compañerra hicierra referrencia a otrro payaso, ¿no crree?

Intentaba mostrarse lo más diplomático que le era posible. Nadie aquí estaba amenazando, al menos según su criterio; seguramente solo serían malentendidos por expresiones malinterpretadas. – Aún tengo que reunirrme con mis superriorres, perro aún no tengo noticias suyas. Así que hasta que me llamen, me gustarría empezar a orrientarrme. Además, crreo que tenía que buscarr casa… Perro a eso ya me dedicarré el prróximo día. – Intentaba explicar su situación, sin demasiados escrúpulos ni cuidados, porque al fin y al cabo, ¿quién está metido en el mundo de las mafias en Japón (aparte de la Yakuza)? – Aunque si no le interresa, siemprre puedo buscarrme a otrra perrsona parra que me enseñe el lugarr. – Como dice el refrán: si no puedes con tu enemigo, únete a él. Si el otro no parecía querer colaborar, era el momento de seguirle por ese camino y respetar su decisión. Si uno no quiere, tal vez el siguiente sí.

PD:

Escuchaba las palabras de aquel chico, pero eso no significaba siquiera que dejaría las dudas bajo el sombrero. Coloco un cigarrillo en su boca y, sin decir mas camino hacia la calle. Quería un paseo, pues le daría un paseo. Si solo era un paseo, sería el más caro que el pudiese tener.- Bien niño, exactamente ¿Que te interesa conocer? Digo, no creo que quieras ir al supermercado, ni a las oficinas del registro civil. Solo dime, a donde tengo que llevarte -Dijo sin ánimos de mirarle. Detestaba las caras inexpresivas de alguien, no podía siquiera contener las ganas de marcarle una sonrisa en aquel rostro, solo para mirar una mueca de horror, de dolor, siquiera de alegría aun que fuese fabricada.- Puede ser una armería, buscar la sede de alguna mafia en especifico no lo sé carajo, algo que sea de tu interés.

El camino era algo que no cambiaba, una línea recta por las calles, pasando una y otra vez entre semáforos en rojo sin percatarse de los vehículos. En realidad, el no quería quitar su mirada de enfrente, solo quería seguir, terminar el trabajo y llegar a casa a beber un poco más. Llevaba ya varios días sin dormir, cosa que no le daba un mejor aspecto al ya decrepito rostro de aquel sujeto. Las cicatrices se veían más prominentes, sus ojeras, acentuaban aquellos matices negros bajo sus parpados. Sin duda alguna, ni un espejo pudiese resistir su mirada en esos instantes.

El payaso fumaba. En lo que a él respectaba, tampoco era asunto suyo, pero podría decirse que le sorprendió un poco. Para el Vongola siempre resultaba curioso ver cómo las personas enviaban al traste su salud y su futuro; pero sabía más que de sobra que lo que hicieran con sus vidas los demás no era asunto suyo. El payaso, su nuevo guía, – Pues hace muchos kilómetrros que no como nada decente, desde Italia… – Un suspiro pesado se escapó de entre sus labios, a la par que bajaba un poco la mirada. – Ya podrrían los jefes haberrme dado algo que poderr comerr durrante el viaje… Perro vamos, enséñeme lo que considerre interresante.

Tenía tal vez la sensación de que el ánimo del payaso cambiaba, y no parecía que la noticia le terminara de alegrar… ¿Serían imaginaciones suyas? ¿O por algo que hubiera dicho? ¿O algo que haya pasado desapercibido para él? Conforme le iba guiando, observaba con interés la ciudad. Algo llamativo era que la calle estaba mucho más despejada que antes, aunque la impresión que tenía el joven de pelo grisáceo era que las demás aceras estaban algo más concurridas. Pero siendo objetivos, a él le beneficiaba, le facilitaban poder observar los curiosos escaparates llenos de ilustraciones; aunque la inmensa mayoría se encontraban con las luces apagadas y escaparates cerrados. – Porr cierrto, Jokerr, le recomendarría usarr algún tipo de crrema hidrratante… Parrece tenerr la carra un poco destrrozada… - ¿Quién era él para dar consejos sobre cuidado personal? Realmente, nadie más que alguien al que le resulta curioso una cara que, aún sin centrarla en la visión, se mostraba un tanto… desgastada.

Vaya, que interesante -El arlequín no era de esas personas que ocultaban lo que pensaban. Era directo cual disparo; crudo en cada una de sus palabras. Si algo no le agradaba, lo hacía notar inmediatamente. Aun si esto significase cortar su lengua sin previo aviso. Esa imagen de sufrimiento era lo que le alegraba, aquello que le hacia sonreír por simple reflejo. Las cosas son como son, hay que resistir el aburrimiento, pensaba.- Por mí, puedes morir de hambre. No pienso ser tu guía de turismo más tiempo -Grito. Había resistido ya demasiado, había excedido su resistencia ante dichas tonterías. El quería acción, quería cortar ciertas gargantas y ver como la sangre corría por las calles.

Sonrió. Le parecía completamente gracioso como aquel sujeto trataba de influir en su comportamiento. ¿Qué mierdas pensaba? No lo sabía, pero tendría que aprender a cerrar la boca.- ¿Sabes? -Dijo, tomando al chico por el cuello de la camisa, el informante lo levanto por sobre el suelo. Le irritaba, le irritaba esa clase de comportamiento infantil. Ir de paseo, era una mierda de trabajo; comenzaba a perder el entusiasmo por aquel trabajo.- Mira, enano… Acepte el trabajo por compromiso. Si dices algo que me haga enfurecer, te desollare de un simple tajo. -Había pasado de ser un completo desgraciado, a un guía de turistas. Al carajo, al carajo con todo honor por parte de informante.

Quito sus lentes de su rostro; la mirada se clavaba sobre los ojos del sujeto buscando señal alguna, buscando algo, ese "algo" que le hiciese sentir el deseo de seguir trabajando- Niño… Me encantaría ponerte una sonrisa en tu rostro ¿TE GUSTARIA? Una sonrisa eterna en tu rostro -Esperaba ver un poco de temor en su mirada, un poco de enojo, tal vez. ¡A quien engañaba! esperaba ver lagrimas correr por su rostro; esperaba que le suplicase, que implorara por su vida segundo tras segundo. Un poco de diversión, era lo único que exigía. En verdad, eso lo haría sonreír a él. Hacía mucho no sonreía, mucho tiempo si ver los rayos del sol salir a traves de los nubarrones que le envolvían día tras día.

Había algo que el Vongola no terminaba de entender. ¿Quién se suponía que era Joker? Para él, nada más que un tipo con maquillaje de payaso que le habían recomendado ir a ver en caso de necesitar cualquier cosa… Pero él tenía la sensación de que algo no iba como debería. – ¿Dije algo mal? Crreo haberr constrruido todas mis frrases correctamente. – Si alguien que lo conociera en profundidad desde hace bastante tiempo, tendría la habilidad de ver en sus ojos neutros una pequeña sombra de preocupación.

- Esperro que me disculpe, perro crreo que aquí hay algún errorr. – La sensación era hasta cierto punto típica, un extranjero en un país distinto del suyo, del cual no termina de controlar a la perfección el idioma. Era posible que todo se debiera a alguna palabra mal dada o alguna connotación de alguna expresión que desconociera. De todas formas, en su cabeza se había hilado un pensamiento perfectamente claro: “¿Por qué me mandaría a este payaso si no me dijo cómo poder sacarle provecho?” Un gran suspiro salió de su interior, la hostilidad resaltaba en la calle; y su fuente era más clara que el agua. Joker. El bromista de la baraja hecho una persona de aspecto algo macabro… Casi parecía una mala broma del destino. – Quierro recordarrle que nadie le ha obligado a tomarr el pedido, lo ha hecho usted porr prropia voluntad… Aunque ahorra dudo de los motivos de sus actos pasados.

Un pequeño gesto hizo que todo el aire se sintiera algo más frío, algo tan simple como quitarse unas gafas oscuras llegó a causar un escalofrío. Unos ojos castaños, inyectados en sangre; cuya sombra daba la ilusión de una calavera. – En lo perrsonal, una sonrisa no queda bien en mi carra. Y la risa podrría trratarrla como una completa desconocida desde hace años parra mí. – Aunque no cambiara su cara, su voz ni su ánimo, inconscientemente su cuerpo acompañaba a la escena. Estaba tenso, y era una sensación que realmente no le gustaba. – Aunque si quierre trratarr algo, prreferrirría hacerrlo porr la vía diplomática. En Holanda somos reacios a la violencia. – Medía cuidadosamente sus palabras, ya que tenía del todo claro que aquel arlequín era peligroso, muy peligroso. – Perro si le ofendí con mis palabrras, me disculpo porr ello. Si no quierre continuarr, si prrefierre marrcharrse lo entenderré.

PD: